La Pintura en Nueva York: Arte Abstracto en Yale

Casi estaría tentado a decir que esta exposición celebrada en la Universidad de Yale —en lo que a pintura se refiere— fué un homenaje (sin título) a Mondrian. Desde Glarner a Fleischmann, pasando por Diller, Charmion Von Wiegand, Bolótowsky, Reinhardt, Xceron, Mason, Miles, Smith, Kelly, el recuerdo de Mondrian era posible. Fuera de los alcances directos de Mondrian las obras de Herbin y de Albers presentaban características diferentes, pero siempre la lección geométrica de Mondrian nos parecía realizada en otra dirección de más libres conceptos, en lo que respecta, naturalmente, a imágenes visuales. La pequeña cantidad de esculturas expuestas destacaban con más interés la magnífica pieza de Gabo.

Dario Suro and family, 1954, Washington Heights.

Estar dentro de la órbita de Mondrian no quiere decir que el pintor no disponga de su propio lenguaje o de la intensidad necesaria para crear su propia personalidad. Pictóricamente hablando no hay dos estados más diferentes que el que existe entre un cuadro de Glarner y uno de Mondrian. Y dentro de la órbita propia de la creación (descomposición y división del rectángulo) no hay dos cuadros más diferentes que uno de Fleischmann y otro de Mondrian. El caso de Reinnardt es, también, de una importancia considerable. Mientras Mondrian en sus momentos más culminantes emprende un viaje hacia la claridad ("iluminación"), Reinhardt inicia un viaje hacia la oscuridad, hacia lo infinitamente oscuro, sin romper las formas rectangulares del primero. De aquí que esta exposición, presentada por los jóvenes estudiantes que integran el grupo "The Georgians", en la galería de arte de la Universidad de Yale, sea un aviso para el público que confunde el camino abierto por Mondrian con Mondrian mismo.

Y buena prueba de lo anterior son los cuadros de Bolótowsky, en los cuales la pureza del rectángulo llega formalmente a establecerse como unidad que contrasta notablemente con la libertad del color, que en algunas de sus obras es de una tranquilidad incitante y en otras aparece en sus momentos más delirantes como combinaciones tonales de gran riqueza expresiva. Charmion Von Wiegand sensualiza de tal manera el color, creando un estado que yo no tendría inconveniente en llamar "lógica sensualizada de la pintura". Xceron nos habla en un lenguaje personal, completamente separado de los ideales neoplasticistas, creando una pintura concebida con rigor, pero libre en sus resultados expresivos. Smith, con sus formas amplias, buscando la precisión de la línea para libertar el espacio de su materia pictórica, en áreas de color de una pureza penetrante e intensa, también señalaba una personalidad joven en las rutas del neoclasicismo abstracto en América. Y, por último, Diller, con su tensión de fuerzas opuestas, y con su definida —pero propia— idea del neoplasticismo, nos daba la sensación de ser uno de los pintores de más alta y sólida concepción abstracta, si juzgamos, naturalmente, lo abstracto dentro de la dirección creada por Mondrian.

Finalmente, las obras de Albers, Bill, Bolotowsky, Bucker, Cunningham, Diller, Fleischmann, Herbin, Gabo, Glarner, Gordon, Kelly Kreider, Lippold, Mason, Miles, Negret, Reinhardt, Sillman, Smith, Terasaki, Von Wiegand y Xceron, integraron esta excelente muestra; una, quizás, de las mejores pruebas realizadas en la dirección geométrica que mueve el neoclasicismo abstracto del arte contemporáneo.

Publicado en Cuadernos Hispanoamericanos. Núm. 105, septiembre 1958. Via cervantesvirtual.com